(presentando a un conejo y con actuación especial de un buitre)
En mi tierra allá por donde el desierto se hace selva cuentan la leyenda de un lobito, el lobito era de lo mejor de su camada, ágil, fuerte, feroz, pero eso sí demasiado orgulloso. Un día mientras cazaba vio un venado, y no cualquier venado, era de esos venados que para los lobos sólo significan carne, sin embargo la jauría era demasiado joven para ese enfrentamiento y decidieron concentrarse en otros animales, lo importarte era comer, pero para nuestro lobo en cuestión comer no era suficiente, él necesitaba un reto, así comenzó su obseción con el venado de las mil carnes. Poco a poco el lobo dejó de cazar con su manada, sólo se concentraba en el venado, el venado al ver tal espectáculo tan deprimente, que a su vez le aumentaba el ego, toreaba al lobo de una forma u otra, procuraba hacerse más vistoso a sabiendas de que un lobo joven no puede comerse un venado hecho y derecho. Pasaron los meses y el venado seguía disfrutando de la atención del lobo, burlándose de las intenciones, el lobo por su parte ya estaba desnutrido, demacrado y solo, sus compañeros hacía semanas habían dejado de alimentarlo dado que sólo era un peso para la manada. Un día de esos donde el sol sale más brillante el lobo vio a un conejo, y por ese instante se le olvidó que existía el venado aquel, así cazó al conejo hasta que pudo asestarle una mordida mortal, su primer comida en semanas, y vaya que era una buena comida, el conejo era frondoso como pocos, tal vez no era un venado atlético, pero un manjar sin duda, el venado al ver que el lobo no estaba cerca lo buscó, porque para él la atención que le prestaba el lobo se había convertido en adicción y no podría aceptar que pudiera haber encontrado una presa más apetitosa, así encontró al lobo y justo cuando éste se prestaba a comer un delicioso filete de conejo dio un grito inmenso de dolor y cayó rendido en la maleza, el lobo curioso corrió a ver qué había pasado, al ver al venado no pudo evitar pensar que esa era su oportunidad, por fin se comería al venado, éste al ver la atención del lobo sonrió, acto seguido lanzó una patada que alejó al canino y corrió, el lobo confundido pensó "no importa aun tengo cierto conejito", al regresar donde había dejado al conejo, vio a un buitre comiendo tranquilamente, decepcionado y sin energías y con el buitre de compañía volvió a buscar al venado sólo para caer a los días por inanición para beneplácito de nuestro nuevo amigo alado.
Al año, el venado fue cazado por los miembros del grupo del lobo, lo cual fué celebrado en todo el valle, más sin embargo, nuestro lobo no estuvo ahí para festejarlo y sobre todo degustarlo.
Nota adicional: esta no es una historia personal, de hecho nada tiene que ver conmigo; cualquier parecido con un dicho cuyo protagonista es otro canino y alimentos basados en pan altamente grasosos es mera coincidencia.
Comentarios
la vanidad cega a muchos venados... algunos somos conejos, supongo que en algún momento de la vida todos podemos ser como cualquiera de los animalillos de la historia... el chiste es tener los pantaloncitos de aceptar las consecuencias.