Precaución: Entrada llena de clichés pelideportigringos.
Nota: Mi afición americanista es de todos conocida, por ello, ir a los partidos en el Azteca se volvió algo natural.
La liguilla por el título del Apertura 2006 abría con el duelo América-Atlas. En Guadalajara, el águila ganó 3-1 de manera convincente, ello hacía suponer que el partido de vuelta el domingo siguiente sería de puro trámite. Sin embargo, en una liguilla anterior, del plato a la boca el tigre pegó zarpazo y mordida. Si bien este era un zorrito famélico no había que confiarse, pero como siempre pasa en esos caso el águila se confió.
Más de 50 mil americanistas llegamos al Estadio Azteca para comer zorro jalisquillo, de hecho la entrada se vio mermada por el hecho que, como dije antes, esto era puro trámite. Nada más alejado de la realidad, al primer tiempo quedó claro que el zorro era más tigre norteño de lo que se pensaba, el recuerdo de aquella humillante eliminación retumbaba en la mente de todos los presentes con cada gol lo rojinegro. Lo que iba a ser una pachanga se fue volviendo en un "¿otra vez? ¿No puede ser, ahora a quién corremos?".
Al medio tiempo el marcador era 2-0 Atlas, goles de Guardado (demostrando de nuevo que Ochoa es su cliente) y Osorno (a pase de Guardado). Pero había esperanza, por mejor posición en la tabla general, América clasificaba con ese marcador (3-3 global), sólo se tenían que encerrar en el segundo tiempo, de atacar no hablamos, el dominio del Atlas era abrumador. Todo se vino abajo cuando al 56, el tipo al que apodan el Tripa, hizo realidad el escenario tágico, 3-0 Atlas, el público en silencio con cara de perro atropellado por un camión de esos RTP.
Ahora ubiquense en mi lugar, americanista de toda la vida y por vez primera viviendo una liguilla en el Estadio Azteca, el equipo deja ir una ventaja ganada de visitante de una forma que ni una sola esperanza quedaba para lo que restaba de partido. Si sufrí aquella liguilla con Tigres esta vez era como para no volver a ver fútbol en todo lo que resta de vida, y la verdad no era el único, eramos más de 50 mil con el mismo ánimo. Desesperación era lo menos que se podía sentir en ese momento.
Alrededor de 10 minutos pasaron, el equipo en shock, el público conmocionado, de pronto en algún lugar del estadio se empezó a escuchar aquella canción que dice "vamooooos, vamos ameeeeeerica, que esta tardeeee, tenemos que ganaaaaaar", poco a poco aquello que era más bien murmullo se transformo en 50 mil voces al unísono retumbando por todos los rincones del estadio. El público hacía su parte, el equipo no hacía la suya. Seguíamos cantando a pesar de que una y otra vez los ataques del águila eran parados antes de que siquiera pudieran llamarse ataques.
Minuto 70, el público seguía cantando, el equipo seguía en la pendeja, pero alguien tan americanista como los que estábamos en la tribuna estaba en la cancha, el águila jorobada aun tenía algo que decir en el juego.
El público canta, saque de manos por izquierda en 3/4 de cancha, el Temo recibe; el público canta, el Temo retiene el balón, se hace de un espacio y avanza hacia el centro; el público canta, el Temo en los linderos del área grande saca un zapatazo imposible, nadie lo esperaba, nadie del Atlas, nadie del América, el público calla. Se sentía como si el balón avanzara lentamente en el aire, se supone que no pasó ni un segundo, la verdad se sintió comos si fueran varios minutos. El tiro es imposible para el portero, 3-1.
La verdad nunca he gritado Gol como grité en ese momento, la energía de todo un estadio gritando goooooooool a todo pulmón es imposible de describir, es como si el mismo público empujara el balón a las redes, 3-1, esta no era la eliminatoria de un año atrás, esta era otra historia.
Al reanudarse el juego, todos seguimos cantando a todo pulmón, no pasaron ni 5 minutos cuando Cabañas hizo el segundo gol, aquello se convirtió en una pachanga. Sin embargo el águila seguía abajo, así que no dejamos de cantar, tenía que empatarse, nadie de los vestido de amarillo permitiría que aquello quedara en derrota, no hoy, no en nuestra cancha. Seis minutos más tarde el Gringo Castro desborda por derecha y lanza un centro razo que golpea a un defensa del Atlas y el balón se mete en la portería de Cabuto (la verdad siempre he pensado que el Gringo lanzó el balón contra el defensa a propósito), 3-3, América a semifinales.
Al salir del estadio, mis compas (el Panchito Fauno y el Jimmy Milagroso) aún nos preguntábamos si de verdad había pasado, pero la verdad cuando algo así sucede y eres parte de ello, aunque sea pequeña, te deja un poco marcado.
Nota: Mi afición americanista es de todos conocida, por ello, ir a los partidos en el Azteca se volvió algo natural.
La liguilla por el título del Apertura 2006 abría con el duelo América-Atlas. En Guadalajara, el águila ganó 3-1 de manera convincente, ello hacía suponer que el partido de vuelta el domingo siguiente sería de puro trámite. Sin embargo, en una liguilla anterior, del plato a la boca el tigre pegó zarpazo y mordida. Si bien este era un zorrito famélico no había que confiarse, pero como siempre pasa en esos caso el águila se confió.
Más de 50 mil americanistas llegamos al Estadio Azteca para comer zorro jalisquillo, de hecho la entrada se vio mermada por el hecho que, como dije antes, esto era puro trámite. Nada más alejado de la realidad, al primer tiempo quedó claro que el zorro era más tigre norteño de lo que se pensaba, el recuerdo de aquella humillante eliminación retumbaba en la mente de todos los presentes con cada gol lo rojinegro. Lo que iba a ser una pachanga se fue volviendo en un "¿otra vez? ¿No puede ser, ahora a quién corremos?".
Al medio tiempo el marcador era 2-0 Atlas, goles de Guardado (demostrando de nuevo que Ochoa es su cliente) y Osorno (a pase de Guardado). Pero había esperanza, por mejor posición en la tabla general, América clasificaba con ese marcador (3-3 global), sólo se tenían que encerrar en el segundo tiempo, de atacar no hablamos, el dominio del Atlas era abrumador. Todo se vino abajo cuando al 56, el tipo al que apodan el Tripa, hizo realidad el escenario tágico, 3-0 Atlas, el público en silencio con cara de perro atropellado por un camión de esos RTP.
Ahora ubiquense en mi lugar, americanista de toda la vida y por vez primera viviendo una liguilla en el Estadio Azteca, el equipo deja ir una ventaja ganada de visitante de una forma que ni una sola esperanza quedaba para lo que restaba de partido. Si sufrí aquella liguilla con Tigres esta vez era como para no volver a ver fútbol en todo lo que resta de vida, y la verdad no era el único, eramos más de 50 mil con el mismo ánimo. Desesperación era lo menos que se podía sentir en ese momento.
Alrededor de 10 minutos pasaron, el equipo en shock, el público conmocionado, de pronto en algún lugar del estadio se empezó a escuchar aquella canción que dice "vamooooos, vamos ameeeeeerica, que esta tardeeee, tenemos que ganaaaaaar", poco a poco aquello que era más bien murmullo se transformo en 50 mil voces al unísono retumbando por todos los rincones del estadio. El público hacía su parte, el equipo no hacía la suya. Seguíamos cantando a pesar de que una y otra vez los ataques del águila eran parados antes de que siquiera pudieran llamarse ataques.
Minuto 70, el público seguía cantando, el equipo seguía en la pendeja, pero alguien tan americanista como los que estábamos en la tribuna estaba en la cancha, el águila jorobada aun tenía algo que decir en el juego.
El público canta, saque de manos por izquierda en 3/4 de cancha, el Temo recibe; el público canta, el Temo retiene el balón, se hace de un espacio y avanza hacia el centro; el público canta, el Temo en los linderos del área grande saca un zapatazo imposible, nadie lo esperaba, nadie del Atlas, nadie del América, el público calla. Se sentía como si el balón avanzara lentamente en el aire, se supone que no pasó ni un segundo, la verdad se sintió comos si fueran varios minutos. El tiro es imposible para el portero, 3-1.
La verdad nunca he gritado Gol como grité en ese momento, la energía de todo un estadio gritando goooooooool a todo pulmón es imposible de describir, es como si el mismo público empujara el balón a las redes, 3-1, esta no era la eliminatoria de un año atrás, esta era otra historia.
Al reanudarse el juego, todos seguimos cantando a todo pulmón, no pasaron ni 5 minutos cuando Cabañas hizo el segundo gol, aquello se convirtió en una pachanga. Sin embargo el águila seguía abajo, así que no dejamos de cantar, tenía que empatarse, nadie de los vestido de amarillo permitiría que aquello quedara en derrota, no hoy, no en nuestra cancha. Seis minutos más tarde el Gringo Castro desborda por derecha y lanza un centro razo que golpea a un defensa del Atlas y el balón se mete en la portería de Cabuto (la verdad siempre he pensado que el Gringo lanzó el balón contra el defensa a propósito), 3-3, América a semifinales.
Al salir del estadio, mis compas (el Panchito Fauno y el Jimmy Milagroso) aún nos preguntábamos si de verdad había pasado, pero la verdad cuando algo así sucede y eres parte de ello, aunque sea pequeña, te deja un poco marcado.
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