Mi padre el día de ayer me hacía un comentario, como era posible que el único poder de la unión que aún conservaba su aura de rectitud hoy cada vez estuviera más coludido con el chentismo, aceptemoslo el foxismo no existe. Eso en realidad me llevó a pensar en lo que es en verdad suprema corte de justicia, la garantía del equilibrio de poderes, como siempre, en méxico, las instituciones no parecen ser el problema sino las personas que las manejan, si hace 6 años pensamos en un cambio sólo basta ver el congreso de la unión para darnos cuenta que es la misma gente de siempre la que maneja el poder legislativo, los mismos priístas, los mismos panistas, hasta los mismos perredistas, los únicos que cambian son los verdes, esos se retiran al cementerio de elefantes dejando a sus hijitos y protegidos al mando. Bueno regresando a la suprema corte, para ser magistrado de esta o presidente debes haber cumplido con una larga trayectoria dentro del sistema judicial, juzgados, ministerios públicos, esta trayectoria se traduce en 20-30 años, es decir, no son nuevos en esto hicieron carrera dentro del regimen anterior, ya conocían de cerca el autoritarismo presidencial y lo que es congraciarse con el poder en turno, si bien en épocas anteriores tal pareciera que guardaban las apariencias, esto era simplemente porque eran raras las controversias cuya trascendencia de verdad afectara al resto del país, es por eso que ahora con tanto debate, tantos puntos de vista distintos tanta controversia, el poder judicial cobra protagonismo, mas sin embargo quienes los manejan son gente que hicieron su carrera dentro del viejo régimen, tal vez no como priístas entregados, pero sí como burócratas cuidando la chamba. Es por esto que no me extraña el estado actual de la Suprema Corte, no digo que no de coraje, pero como lo he dicho antes si este país tiene la esperanza de cambiar lo hará dentro de 20 años cuando exista un verdadero relevo generacional, conste sólo digo que cambiará mas no se si será para mejorar o empeorar.
En casa de mi abuela siempre hemos pasado la Noche Buena. Ella siempre ha sido religiosa, por lo que había tradiciones que más bien eran reglas, una de ellas era Nadie abre los regalos hasta la media noche, y sólo después de poner al niño Jesús en el nacimiento. Para unos niños inquietos y desesperados por tener regalos, lo anterior era muy difícil de sobrellevar y, por supuesto, no lo hacíamos. La curiosidad siempre se imponía. Aprovechando cualquier oportunidad nos escabullíamos para tomar un regalo y medio abrirlo. Tal vez no podríamos jugar con él, pero al menos ya teníamos una idea de lo que venía. Al llegar las doce yo ya sabía cuáles eran mis regalos, a excepción de uno, el que me daba mi padre. Ese siempre estaba escondido en algún lugar, nunca a la vista, sin oportunidad de abrirlo a deshoras. Gracias a esto, siempre había una sorpresa presente. Mi padre nunca me preguntaba qué era lo que yo quería, él trataba de escuchar mis pláticas y sacar conclusiones. ...
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