A lo largo de los años ciertas cosas te hacen llevar la vida de mejor manera, unas te la hacen más cómoda, otras te producen cierto gusto, gozo o placer (lo cual se resume a lo que los microeconomistas llaman utilidad).
Con el tiempo esas cosas se van haciendo viejas, obsoletas, van perdiendo ese uso que alguna vez les dimos quedándonos solo el recuerdo de lo que significaron. Muchas veces no nos podemos hacer a la idea de que ya no nos sirve, lo conveniente sería desecharlas, venderlas o regalarlas a alguien que les siga encontrado uso o en su caso reciclar sus partes para crear artefactos nuevos y así prolongar su ciclo de vida, sin embargo hemos vivido tantos momentos que no se nos es fácil el decir adiós.
Se nos ha enseñado a conservar, a no dejar ir, a tenerle cierto cariño a lo que nos rodea, por lo cual es difícil aceptar cuando por el curso diario la vida nos lleva a nuevos momentos, nuevos estadíos que nos muestran cosas nuevas, y a veces nos sentimos culpables por ello, el dejar atrás algo aún nos duele. No nos damos cuenta que ese cariño y los momentos vivirán en nuestra memoria sin importar si conservamos esas cosas. Guardamos cosas como avatares de otros tiempos, como si por su presencia esos momentos no se irán jamás, pero no es su presencia la que producen esos sentimientos.
El desapego es un ejercicio de maduración, muchas veces nos cuesta más trabajo que el que debiera, gran parte de la vida se nos va en decir adiós, deberíamos hacerlo con mayor facilidad, después de todo siempre habrá algo nuevo que nos genere un nuevo nivel de utilidad.
Al final, todo vacío se llena.
Nota: Van 2 años y el buen Cerati aún no nos puede decir adiós.
Con el tiempo esas cosas se van haciendo viejas, obsoletas, van perdiendo ese uso que alguna vez les dimos quedándonos solo el recuerdo de lo que significaron. Muchas veces no nos podemos hacer a la idea de que ya no nos sirve, lo conveniente sería desecharlas, venderlas o regalarlas a alguien que les siga encontrado uso o en su caso reciclar sus partes para crear artefactos nuevos y así prolongar su ciclo de vida, sin embargo hemos vivido tantos momentos que no se nos es fácil el decir adiós.
Se nos ha enseñado a conservar, a no dejar ir, a tenerle cierto cariño a lo que nos rodea, por lo cual es difícil aceptar cuando por el curso diario la vida nos lleva a nuevos momentos, nuevos estadíos que nos muestran cosas nuevas, y a veces nos sentimos culpables por ello, el dejar atrás algo aún nos duele. No nos damos cuenta que ese cariño y los momentos vivirán en nuestra memoria sin importar si conservamos esas cosas. Guardamos cosas como avatares de otros tiempos, como si por su presencia esos momentos no se irán jamás, pero no es su presencia la que producen esos sentimientos.
El desapego es un ejercicio de maduración, muchas veces nos cuesta más trabajo que el que debiera, gran parte de la vida se nos va en decir adiós, deberíamos hacerlo con mayor facilidad, después de todo siempre habrá algo nuevo que nos genere un nuevo nivel de utilidad.
Al final, todo vacío se llena.
Nota: Van 2 años y el buen Cerati aún no nos puede decir adiós.
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